14 noviembre 2006

La Mujer en la Política
Nuestra atención se ha concentrado tanto en las mujeres como candidatas que hace rato nos olvidamos de mirarlas como votantes. En esa dimensión hay cambios que no dejan de ser interesantes y que deberían llevar a una agenda pública más sensible a las preocupaciones femeninas. Desde luego su importancia en el padrón electoral ha ido creciendo imperceptible aunque sostenidamente. Si para la elección de 1989 representaban un 48,5 por ciento del padrón electoral en la actualidad su peso relativo ha subido en casi 4 puntos porcentuales y son ahora mayoría. Esto podría no tener ninguna importancia política si no fuese porque las mujeres han votado tradicionalmente muy distinto de los hombres. En los últimos años se observa una brecha de género del orden de 8 a 12 puntos porcentuales. Cuando las ventajas electorales para un sector político eran demasiado evidentes como ocurrió con la Concertación hasta la pasada elección presidencial esa brecha no generaba demasiada atención. Pero ahora que las elecciones son mucho más competitivas estas brechas pueden determinar que los resultados se vuelquen hacia uno u otro sector. A modo de ejemplo recuérdese que en la segunda vuelta presidencial de enero de 2000 Lagos superó entre los hombres a Lavín por 8,5 puntos porcentuales. En cambio, entre las mujeres el alcalde de Santiago obtuvo 2,5 puntos porcentuales más que el Presidente. Si se tiene en cuenta que las mujeres cumplen en una proporción levemente mayor que los hombres sus deberes cívicos, lo que amplifica marginalmente las diferencias en el padrón electoral antes apuntadas, hubiesen bastado pequeños cambios en las votaciones relativas de hombres y mujeres para que aquella brecha de género de 11 puntos porcentuales se hubiese traducido el año 2000 en una victoria de Lavín.La situación actual parece ser distinta. Las encuestas disponibles sugerirían, sobre todo en el caso de Michelle Bachelet, que esas brechas de género son menores que hace casi 5 años. ¿Qué cambios sociales pueden estar afectando esta brecha? Hay al menos dos que parecen tener una incidencia importante en la votación femenina. Por una parte, un aumento en la escolaridad de la población. Por ejemplo, en la última década las mayores de 18 años con estudios superiores han crecido en 10 puntos porcentuales. En nuestro país esto se traduce en una mayor incorporación de la mujer a la fuerza de trabajo porque, mientras entre los hombres la tasa de participación es poco sensible al nivel educacional alcanzado, entre las mujeres esa sensibilidad es máxima. Así las mujeres que han cursado al menos un año de educación superior tienen una tasa de participación que excede en treinta puntos porcentuales a la de aquellas que no han pasado por esa modalidad de educación. Esta situación parece marcar las preferencias políticas de las mujeres. Por ejemplo, en la última encuesta CEP entre las mujeres que participan en la fuerza laboral son tantas las que les gustaría que Lavín fuese el próximo Presidente de Chile como las que prefieren a Bachelet. En cambio, entre las que están fuera de la fuerza de trabajo, Lavín supera en esta pregunta a Bachelet por 15 puntos porcentuales.La proporción creciente de mujeres que postergan el matrimonio es el otro cambio social que tiene una arista política. En la última década, por ejemplo, la proporción de mujeres solteras entre los 25 y 39 años ha crecido en 5 puntos porcentuales y llega a casi un 30 por ciento. La evidencia disponible para países desarrollados y también las tendencias que se observan en nuestro país sugieren que las solteras tienden a ser menos conservadoras que las casadas en su votación. De hecho, y según se desprende de encuestas CEP realizadas en los meses previos a la elección presidencial pasada, las casadas parecen haberse inclinado por Lavín y las solteras por Lagos.Pero estos cambios sociales ocurren con mucha lentitud y los números no dan para respaldar un cierre demasiado importante de la brecha de género. Cabe preguntarse, entonces, si la actual situación en la cual las mujeres no parecen estar votando de manera demasiado distinto a los hombres se mantendrá en el tiempo. Si esa situación se revierte y se acerca a esa brecha de 8 a 12 puntos porcentuales observada en el pasado, las posibilidades de las candidatas concertacionistas se verán seriamente disminuidas. Las mujeres tienen la palabra.

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